30 ene 2011

Don Gio y su pandilla


Giovanni Moreno aprovechó la vuelta a su país para estar con los amigos de siempre. Un mundo íntimo, donde el 10 es uno más, al que sólo Olé tuvo acceso.
Ahí están. Son los únicos que consiguen que Giovanni Moreno pase a ser uno más en medio de tanto fanático de su zurda privilegiada. Y hasta le roban un poco de protagonismo en la entrevista. Lo tutean, lo cargan como cuando apenas tenía 15 años y ni siquiera había debutado en Envigado.
Olé es el único medio que logra, al menos por un rato, ser parte de la pandilla, de los verdaderos amigos de Gio. Camilo, Andrés y Juan son compinches del crack colombiano desde sus inicios, desde cuando era un nene espigado y flaquito al que los mayores no dejaban jugar. “Camilo me invitó a participar en un partido de 11 y yo fui con muchas ganas. Resulta que cuando llegué eran todos mayores, panzones que no podían ni correr. Me hicieron esperar en el banco, me dijeron que entraba en el segundo tiempo y, como quedaba poco tiempo, me enojé y me fui”, cuenta Gio mientras este cronista se acomoda y se siente como uno más del grupo. Así es de sencillo el 10 de Racing. Así también vive el fútbol, con frescura y naturalidad. Entre tantos goles bonitos, jugadas majestuosas y miles de elogios cosechados, él rememora esa tarde en que unos tipos lo dejaron sin su picadito de la tarde. Todavía lo recuerda con fastidio y se come el gaste de los amigos. ¿Quién habrá sido el poco visionario que se animó a dejar a G10 mirando desde afuera? “Pónganse lindos que van a salir en Olé ”. Las caras de sus amigos se transforman, se iluminan. A este cronista le sorprende comprobar lo mucho que se lee el diario en el país cafetero y cuánto valora sentimentalmente este crack verse en el diario. No por figurar y codiciar más fama, sino porque sabe que su familia lo estará viendo en cada página, que luego guardará celosamente como un tesoro. Cada nota o tapa de Gio, claro está, también fue vista por su pandilla. Y ahora ellos no pueden creer que serán parte de la historia. Enseguida abrazan a su hermano famoso y lo apretujan entre sus brazos. Lo quieren. Se nota que es una amistad de la buena, de la que va más allá del oportunismo, la fama o el dinero. “Ven, Gio. Ponte arriba nuestro y te abrazamos”, dicen entre carcajadas. Y el 10 acepta, se olvida de que cada persona que pasa por el lobby del hotel fija su mirada en él. “Mirá hasta dónde llegaste. Estamos orgullosos de vos”, le dice Andrés con felicidad. Ellos todavía no caen, no comprenden que su amigo, el pibe que siempre jugó de 10 en su equipo, ahora brille nada menos que en la Argentina. Ellos admiran nuestro fútbol, lo ven como nosotros miramos el español o el italiano. “Seguimos todos los partidos. Acá se mira mucho fútbol argentino (NdeR: de fondo está el partido de River y Estudiantes) y nos encanta cuando juega Gio. El desde siempre fue un crack, se ponía la 10 y nos hacía ganar en Envigado”, cuenta Juan. Y, cuando puede, Gio se da una vuelta por la canchita y es uno más de los chicos. En ese santuario personal no entran los millones que clubes de Italia y de Rusia ofrecieron para quedarse con la magia de Giovanni. Ni siquiera este flaco de 1,90 metro y 24 años cree lo que generó. “Me sorprende que en la calle me reconozcan hinchas de todos los equipos”, cuenta.
Entre estos tres jóvenes, que en verdad no tienen mucha pinta de deportistas al lado de Gio, hay uno que, dicen, era mejor que él. “Camilo se ponía la 10 del otro equipo y uffff cómo jugaba. También era zurdo y no se la podían sacar. El era mejor que yo, hacíamos unos partidazos contra él”, recuerda Gio mientras su amigo se pone colorado. Queda la duda sobre si se trata de una de esas tantas historias en las que no siempre llegan los mejores o una exageración, producto del cariño y la idealización a la distancia. Aunque ser más que Gio suena complicado, casi imposible.
Sus amigos de la infancia ya fueron presentados, sí, pero en el plantel hay un compañero que para Gio es especial. Con Jorge De Olivera hay feeling desde el primer día que Gio posó su zurda mágica en Avellaneda y tranquilamente podría sumarse a esta pandilla. “Justó llegué el día más frío del año y, como yo soy tropical, sufrí mucho. El primero que me ayudó fue Dida. Me dio una gorrita de lana para que esté mejor y de ahí nos hicimos amigos. Siempre jugamos a la PlayStation e inventamos juegos de cartas para sacarles plata a los demás”, se ríe el colombiano. Claro que no sólo sus amistades son su sostén en una vida tan agitada. Además de ellos está su familia, que sí pudo visitarlo en nuestro país. La extraña. Ellos se quedaron en el pueblo porque su abuela, Celina, fue operada y no se puede trasladar. Es la favorita de Gio, la que a los 71 años lo sigue mimando como siempre. La que le da consejos de fútbol y la que aguanta todas sus travesuras. “En la Argentina estoy muy bien, pero yo extraño la comida de mi abuela. Como la de ella no hay”, se resigna.
Ya es hora de cenar y tanto sus amigos como este cronista deben despedirse. Giovanni vuelve a ser el 10 de Racing, que apenas escapa del asedio popular cuando el equipo, como ayer, se entrena en la terraza del hotel preparando el amistoso contra Atlético Nacional, que se jugará esta tarde (a las 18 de la Argentina). Esa burbuja inmaculada, donde Giovanni fue Giovanni por un momento, se deshace.

Fuente: Olé

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